martes, 16 de septiembre de 2008

Los diarios del Idiota Isteri

En uno de sus diarios, que signa fechas anteriores a su primera desaparición, Isteri reflexiona sobre la literatura latinoamericana. Los pensamientos le vienen, según sus palabras, "después de una borrachera de esas que ponen una equis en el hígado". En ellos, Isteri aporta quizá algún pensamiento original sobre Juan Carlos Onetti, pero es evidente que el interés que puediesen despertar dichos apuntes, se halla en otras características.

Debo decir que para mí leer los diarios de Isteri, significó una pérdida de tiempo, una confrontación con la pedantería y la vacuidad humana. Es cierto, terminé de leerlos por el morbo que me provoca, como a muchos, su historia (o debería decir Isteria?); una historia de cielos e infiernos que de pronto parecieran perpetuos, eternas hipotecas de su alma, y no obstante, cualquier día desaparecen con la fugacidad de un ímpetu juvenil.

Por eso, quziá lo más interesante de los diarios de Isteri (si es que pueden tener algo de interesante) no son sus descripciones sobre las batallas de los Bien portados, ni sus triunfos revolucionarios, ni sus rancias sentencias literarias, ni sus consejos de ampón electotral, ni sus debrayes canabico reflexivos, ni sus retos a duelos poéticos, ni sus amagos de patética valentía, ni sus locuacidades míticas, ni sus pronunciamientos de media noche, ni sus amores fracasados, ni su verborrea mal escrita, ni su miedo entrañable.

No, al menos lo que sus diarios demuestran es el oportunismo del estúpido, la sencillez del éxito, la victoria al alcance de todos. Si un tipo tan ordinario como Isteri pudo dirigir una revolución, encamarse a 12 féminas la misma noche, dirigir un partido político, arengar desde el anonimato a 20 kamikases, levantar la ira de 2 televisoras, publicar 5 novelas, 17 poemarios, y encima meterse cantidades industriales de marihuana, si un tipo como él pudo hacer eso, la enseñanza es grande.

Tras leer los 4 diarios de Isteri (Noctambulario para un suicida, Conversaciones con Cenicienta, Sábanas y algunas meriendas y Sí, somos bicampeones) puedo concluir algo: Hay idiotas con suerte.